Me siento afortunada de poder
acompañar a personas que están buscando reinventarse, crear su propio proyecto
de vida y tomar las riendas de la misma con
valentía e ilusión.
A veces lloro cuando ellos lloran
o rio cuando ellos lo hacen, entre otras muchas emociones, pero sin duda lo que más hago es aprender.
Aprendo lo que un día ya aprendí supuestamente, pero que tantas veces olvido en
el devenir y ajetreo de la vida. Hablo de la pasión por la vida, por exprimir
segundos, por disfrutar de cada momento y tener presente que aunque a veces
erremos hay oportunidad de aprender, reflexionar y redirigir el camino hacia dónde
queremos ir realmente, y se puede, créanme que se puede.
Este párrafo lo compartí hace ya, pero bien es cierto que sigo sintiendo exactamente lo mismo que cuando era voluntaria, es más, quizás ahora incluso lo pronunciaría con más firmeza. “La mayoría de las veces siento que más que ayudar me ayudan. Me ayudan a crecer como persona, a valorar lo bueno que tengo, a aceptar lo que no puedo cambiar y a tratar de mejorar lo que aún está en mis manos. Para mí es un regalo que alguien sea capaz de abrirme su corazón y su vida como si me conociera desde siempre, pensando que de alguna forma yo le puedo ayudar. Lo que no sabe, es que en el fondo es algo mutuo. Lo que quizás no sabe es que por ese instante compartido yo vivo su historia, y siento su dolor o su alegría, y eso me hace apreciar el valor real de la vida, vivir. Algo tan sencillo que muchas veces se olvida en el camino”.
Este párrafo lo compartí hace ya, pero bien es cierto que sigo sintiendo exactamente lo mismo que cuando era voluntaria, es más, quizás ahora incluso lo pronunciaría con más firmeza. “La mayoría de las veces siento que más que ayudar me ayudan. Me ayudan a crecer como persona, a valorar lo bueno que tengo, a aceptar lo que no puedo cambiar y a tratar de mejorar lo que aún está en mis manos. Para mí es un regalo que alguien sea capaz de abrirme su corazón y su vida como si me conociera desde siempre, pensando que de alguna forma yo le puedo ayudar. Lo que no sabe, es que en el fondo es algo mutuo. Lo que quizás no sabe es que por ese instante compartido yo vivo su historia, y siento su dolor o su alegría, y eso me hace apreciar el valor real de la vida, vivir. Algo tan sencillo que muchas veces se olvida en el camino”.
No tengo nada más que añadir
excepto tres gracias. El primero para las personas usuarias por confiar en que nosotros
les podemos ayudar a cuidarse y quererse un poco más, aunque el trabajo es
íntegramente de ellos. El segundo, para las familias y amistades de las personas usuarias, nuestros ojos y manos al cruzar la puerta de la asociación. Sin su
encomiable labor nada sería posible, estoy segura. Y, el tercero y no menos
importante por ello, para mis compañeros/as de trabajo. De una forma u otra están
siempre ahí para tenderte una mano y trabajan duro para conseguir que la
asociación siga manteniéndose con el mismo espíritu de ayuda y dedicación por
los demás con el que en su día se fundó. Gracias, gracias y gracias.
Araceli Jiménez Llamas
Terapeuta de Proyecto Hombre